“Mi hijo es mío porque para eso lo he parido yo”, “Tú jamás lo querrás como lo quiero yo porque tú no lo has llevado en tu vientre” “Tú no tienes la custodia así que no pintas nada”… Estas son frases muy frecuentes en algunas madres que viven la maternidad con un profundo sentimiento de “propiedad de sus hijos”, tras la separación muchos padres se convierten en una “molestia” y son utilizados como meros pagadores.
Para evitar la custodia compartida o que padre e hijo sigan manteniendo una relación normalizada tras la separación, muchas progenitoras deciden irse con sus hijos a otras ciudades e incluso a otro país, y muchas veces ante la impasividad de Jueces y Fiscales.
Cuando dos progenitores se separan, de forma casi incuestionable se mantiene a los hijos dentro del contexto materno, dando por hecho que eso es lo mejor para los niños, como si los padres sufriesen de una “inutilidad innata” para el cuidado, crianza y educación de sus hijos. Discriminando así a los hombres por razón de su sexo, y dando por hecho que el ejercicio de la maternidad es más beneficiosa para el menor que la paternidad.
Hay dos momentos que las progenitoras aprovechan para separar a los padres de sus hijos:
Cuando no hay sentencio de divorcio o de medidas paterno-filiales:
En este momento la patria potestad y la custodia siguen siendo compartidas por ambos progenitores, aunque el padre ya no viva el domicilio familiar. Sin embargo, está muy extendida entre algunas madres la idea de que como no hay sentencia judicial, son ellas las que deciden si los padres pueden ver o no a sus hijos creyéndose inmunes “como no hay una sentencia que me obligue a dejártelos ver, no puedes verlo” dicen algunas madres amparándose en la inexistencia de sentencia judicial, y con ese argumento se llevan a sus hijos a otra ciudad ante la impotencia de sus padres.
Muchas progenitoras, aprovechándose de la lentitud de la Justicia española, trasladan a sus hijos y meses después (a veces años después) alegan que el menor tiene “arraigo” en la nueva ciudad y que por el “interés superior” del menor, éste no debe regresar a la ciudad de origen; y lamentablemente muchos jueces aceptan esta alegación como válida, sin tener en cuenta que el primer “desarraigo” lo ha provocado la propia madre al sacar al menor de su entorno, así muchos jueces acaban protegiendo los intereses de la madre en lugar de proteger los intereses del niño.
Lo peor de esta situación es que muchas veces el padre tarda meses en averiguar en qué ciudad está su hijo, puesto que la madre impide todo contacto, y el padre no sabe siquiera si su hijo está vivo o no, no sabe dónde vive, ni con quien, ni en qué condiciones. Comienza para el padre de turno un largo camino de desesperación y angustia.
¿Qué puede hacer el padre en estos casos? Si el padre consigue averiguar dónde se han llevado a sus hijos debe formular una demanda de jurisdicción voluntaria solicitando que se reintegre a los menores a la vivienda familiar, ya que los menores tienen derecho a crecer en su entorno y rodeados de su familia materna y paterna para un correcto desarrollo físico y psicológico.
Si ello no fuese suficiente, debe aplicarse el art. 223 del Código Penal “El que, teniendo a su cargo la custodia de un menor de edad, no lo presentare a sus padres o guardadores sin justificación para ello, cuando fuere requerido por ellos, será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años, sin perjuicio de que los hechos constituyan otro delito más grave.”
En este sentido hay discrepancia de opiniones, por un lado se defiende el derecho de la madre de residir donde considere, y por otro lado está el derecho del padre a seguir manteniendo una relación fluida con sus hijos y a formar parte de sus vidas, pero ¿y el derecho del menor? En mi opinión, está claro que la madre tiene derecho a irse a vivir a otra ciudad, pero ¿por qué ese derecho es superior que el del padre a estar con sus hijos, o lo que es más importante porque ese derecho está por encima del derecho del menor a relacionarse con su padre? Que la madre tenga derecho a irse a vivir a otra ciudad o a otra Comunidad Autónoma no debería darle el derecho a arrasar con los derechos de los padres y sus hijos, ya que tiene la opción de irse y dejar la custodia en manos del progenitor que siga viviendo en el entorno habitual del menor. Pero curiosamente eso provoca un gran alboroto… ¿Cómo va a separarse a la madre de su hijo? Y yo digo, si eso es una “aberración” ¿por qué no tiene la misma consideración el hecho de separar a un padre de su hijo? ¿Acaso es más importante el papel de la madre que el del padre en una sociedad que presume de no hacer discriminación por razón de sexo? ¿Si padres y madres tienen las mismas obligaciones, por qué no tienen los mismos derechos?
Es muy curioso que en España, el tan alegado “interés superior del menor” coincida siempre con el interés de la madre!
Cuando hay sentencia de divorcio o medidas paterno-filiales adoptadas donde se establece un régimen de visitas o la custodia compartida.
En muchas ocasiones, aunque exista una sentencia judicial donde se concede la guarda y custodia compartida o un régimen de visitas a favor del padre, algunas madres impiden que los padres y sus hijos mantengan una relación fluida y normalizada. Sin embargo la legislación vigente en España y la lentitud de la justicia no ofrecen una respuesta verdaderamente eficaz para defender el derecho vulnerado de miles de niños a mantener ese contacto fluido y normalizado con ambos progenitores, ya que aunque el art. 776 de la LEC permite la ejecución forzosa de lo establecido en sentencia judicial, los Juzgadores acaban aplicándolo solamente cuando el progenitor no custodio incumple el pago de las pensiones de alimentos, pero cuando el progenitor custodio (casi siempre la madre) incumple el régimen de visitas impidiendo a sus hijos ver a su padre, con suerte la cosa acaba con una simple multa, que casi nunca resulta disuasoria, y el progenitor custodio acaba pagando dicha multa y continúa incumpliendo una y otra vez.
Así, después de judicializar hasta más allá del límite aceptable, en infinidad de ocasiones los niños acaban viendo a sus padres en uno de los llamados Puntos de Encuentro Familiar (PEF), que es sin duda el entorno artificial más dañino jamás creado y el entorno menos adecuado para una relación normal entre padres e hijos.
No puedo dejar de mencionar a los niños que acaban totalmente institucionalizados, que van de un Equipo Técnico Psico-social a otro, víctimas del odio entre sus progenitores. Niños que viven cualquier cosa menos una infancia feliz, niños instrumentalizados hasta el extenuación… y todo ante la mirada impasible de progenitores custodios, psicólogos, jueces, fiscales…
Hasta que la sociedad no entienda que los derechos del menor están por encima de cualquier otro, y hasta que la sociedad no entienda que padres y madres tienen las mismas obligaciones pero también los mismos derechos, seguirá destruyendo infancias mientras mira hacia otro lado.